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lunes, 30 de julio de 2012

“Empecé con 2 k en los lagos de Palermo y casi me muero”

Sebastián Armenault, correrá el 1º de Septiembre, la Maratón Trasandina de los Alpes, atravesando Alemani, Austria, Suiza e Italia...para saber más de ello se puede leer en su blog http://www.sa18.com.ar/
La solidaridad se expresa de diversas formas. cada uno dando lo mejor de sí.
Suerte Sebastián !!!

Nota de diario Clarín, 30 de julio 2012.

“Empecé con 2 k en los lagos de Palermo y casi me muero”




Solidario. Dejó su trabajo de gerente para “participar”. Y ya lo hizo en el Sahara, la Antártida y el Himalaya. Acumula más de 1.000 kilómetros y por cada uno consiguió una donación.



No es etíope ni keniata, tampoco fibroso ni de granito. Pero este ex rugbier de Banco Nación igual se las arregló para maratonear en los 56 grados del Sahara (tres veces, la última fueron 250 k), los 32 bajo cero de la Antártida y los 4.000 metros del Himalaya. Ya suma 1.000 kilómetros en terrenos imposibles. Ultramaratonista, se define. Siempre llega entre los últimos, pero es lo que menos le importa.
“Voy a las carreras de Fórmula 1 con un fitito”, ofrece un título y agrega: “El mensaje es estar resolviendo dificultades, exactamente igual a lo que nos pasa a todos en la vida”.
¿De dónde saca las ganas de meterse en esas dificultades?
Del convencimiento de lo que quiero y de soñar que lo puedo hacer.
Veo que la cabeza lo ayuda.
Practico el aburrimiento y la monotonía corriendo dos horas alrededor de una cancha, viendo constantemente lo mismo. Y ahí me transporto a momentos lindos de mi vida. La mayor cantidad de abandonos son mentales, no físicos. En el Sahara venía muy mal, con un pie lastimado y se me acababan las fuerzas. Tenía que inventar algo. Y encontré un grupo de 50 camellos, les chisté como a un perro, empezaron a moverse, yo me puse feliz. Pero a los cinco minutos estaban todos alrededor mío y de la felicidad pasé al miedo, corrían a la par y no sabía si me iban a morder o a patear. Omán tiene médanos de 40 metros, me subí a uno y así me los pude sacar de encima. Y también salí del pozo mental.
¿Qué busca en esas carreras?
Armé un proyecto de vida con elementos que me apasionan: tener más tiempo para mis hijas, seguir ligado al deporte, y la solidaridad. Por eso salió lo de donar por kilómetro recorrido. No hace falta una medalla ni un cheque para ser protagonista en la vida.
Entrena al costado de la General Paz y de Panamericana, y en las barrancas de Belgrano, dos horas cuatro días a la semana. “Me adapto a lo que tengo y puedo. Quiero demostrar que si yo puedo, cualquiera puede. Hace 6 años corrí mis primeros 2 kilómetros dando la vuelta a los lagos de Palermo y casi me muero. Empecé a correr porque era una limitación mía”.
¿El miedo también motiva?
Siempre. La primera etapa es la más dura. El proyecto de carrera lleva entre 6 y 8 meses de preparación: entrenamiento, tiempo a la familia, juntar la plata, conseguir la ropa. Yo viajo solo. Por eso el primer día sale el tigre de la jaula: las ganas de competir, la adrenalina de haber llegado a esa largada, y además salen los miedos de qué me pasará, si podré hacerlo, o cómo estarán mis hijas.
¿Y cuándo algo de diversión?
También. En Himalaya corríamos en el límite imaginario entre India y Nepal. Venía cansado y diciendo a cada paso India-Nepal-India-Nepal. Antes del Sahara me compré 200 gramos de jamón español y un pedazo de queso, para un momento especial. En la llamada etapa de la muerte –son 82 k y tardé 26 horas– llegué antes del tiempo máximo. Me senté, encendí el calentadorcito, y bajo unas estrellas como faroles me puse a disfrutar de mi jamón crudo. Era como tener alrededor a mi familia y mis amigos.
¿Estaba comunicado en las carreras en el Sahara?
Con nadie.
Si se accidentaba, ¿cómo se enteraba la organización?
Eso es parte de los miedos. Estás vigilado, pero hasta que te rescatan pueden pasar dos horas. Entonces, como un piloto de avión que mira los relojitos, te vas chequeando constantemente: cómo están las rodillas, si tengo algún calambre de sed cómo vengo. Para no llegar al límite. Porque tenés que dosificar. Son carreras estratégicas, de resistencia.
¿Qué hace cuando algún relojito se acerca al rojo?
Más de una vez estuve a punto del calambre. Parás o llegás al punto de chequeo y elongás, y vas graduando la salida, retomás un poco más lento. O si venías bien, acelerás. Juega el estado de ánimo. Es un sube y baja constante. Yo corro con 14 horas de música grabadas. A la mañana y el atardecer, baladas: Phil Collins, Laura Pausini. A mediodía, cuando te agarran los 50 grados, música tecno, bolichera, que me ayuda a marcar el ritmo. Cuando me pongo fastidioso no escucho nada.
¿Cómo se siente al terminar?
Hay una tristeza sana porque se acabó algo que costó un montón. Pero igual son tres o cuatro días de caminar a un metro del suelo. Mi vida va en cámara lenta, estoy lleno. Porque logré estar tanto conmigo mismo, y fui a momentos de mi vida tan profundamente, como no te lo permite la vida en la ciudad. Para mí, una carrera es un retiro espiritual.
¿Incorporó algo a la vida diaria por estas carreras?
Valorar una ducha, por ejemplo. Cuando me baño la abro, me mojo, la cierro, me enjabono, la vuelvo a abrir y me enjuago. En el Sahara aprendí a estar sin agua.
Usted dice que los argentinos somos exitistas. ¿Cómo lo afecta?
Es un doble desafío conseguir apoyo para quien sale anteúltimo. Acá el que no es campeón del mundo, el que no gana algo, o el que no sale primero parece que no sirve. Y eso es parte del mensaje que quiero desmitificar. Reutemann, Sabatini y Vilas fueron lo mejor en su deporte pero nunca número uno en una temporada completa. Mi lema es “superarse es ganar”. En las carreras doy todo lo que tengo, dentro de un contexto en que sé hasta dónde puedo llegar. Sería una locura que se me pase por la cabeza estar en el podio.
¿Encontró gente que le diga que lo suyo es un capricho de rico?
Sí, y recibí mensajes agresivos también, subidos de tono. En mi familia no faltó nada pero tampoco sobró nada. Y ahora todos los meses necesito generar un ingreso para que mis hijas vayan al colegio, para comer, para vivir.
Tiene cuatro sponsors y corre con cuatro operaciones de rodilla encima. Da charlas en colegios, maneja su web ( sa18.com.ar ), que tiene 12 mil entradas al mes, y en Facebook lo siguen 14 mil personas. Ya consiguió donar un respirador artificial, un cardiodesfibrilador y un electrocardiógrafo para un hospital de Vicente López, su ciudad de siempre, y otro de La Plata. Y acompañó en maratones a dos padres –uno en Mar del Plata, el otro en Nueva Zelanda– con hijos curados de leucemia.
¿Iría a los Juegos Olímpicos?
Me encantaría participar, y salir último. Si me propusiera ir dentro de 4 años, me voy a sentir bien si hice todo lo que pude. Lo que quiero transmitir no es ganar, es participar.